La resurreccion
egún cualquier parámetro religioso o secular, Jesús continúa siendo la
figura más destacada de la cultura occidental. Dos milenios después de
su muerte, dividimos en dos partes el calendario de la historia
humana: el antes y el después de Jesús. La ciencia, el arte, la
política, la economía y la ética de una u otra forma han estado a
través de los siglos ligados a la influencia cristiana.
La llegada del cristianismo no sólo marcó un cambio en el calendario,
sino en el mismo pensamiento humano. La creencia de que la vida eterna
era patrimonio exclusivo de deidades antiquísimas quedó desvanecida y
remplazada por la esperanza en la resurrección para todo creyente en
Jesús. Entre muchos otros aspectos, la creencia en la resurrección
transformó el cuidado humano que se les daba a los enfermos,
especialmente a los desahuciados. Previo al cristianismo, las personas
con enfermedades contagiosas eran abandonadas en las calles para que
murieran irremisiblemente. Esto cambió después de la muerte y
resurrección de Jesús. La emancipación del temor a la muerte producida
por la resurrección, y su consecuente promesa de la vida eterna,
llevaron a los nuevos conversos cristianos a poner en riesgo sus
propias vidas para cuidar a los desahuciados de la sociedad.
Sin embargo, hoy en día hay quienes dudan de la resurrección. No todos
atribuyen a la resurrección el mismo valor. Algunos creen que el
cristianismo podría prescindir de la doctrina de la resurrección.
Piensan que la sustancia del cristianismo reside exclusivamente en las
enseñanzas de Jesús más allá de la resurrección. Otros sugieren que la
resurrección es simplemente un mito creado por los autores bíblicos
luego de sufrir la muerte infame de su gran héroe en manos de los
soldados romanos. Sugieren que todo fue una conspiración concertada
por discípulos desesperados, cuyo único fin era cubrir la vergüenza de
su creencia y el repudio público.
¿Podemos los cristianos aceptar estas premisas? Podría ser. No hay
duda de que Jesús fue un gran maestro y que la utilidad de sus
enseñanzas trasciende el cristianismo y ha logrado fama mundial.
Tampoco dudamos la posibilidad de la creación de mitos. Pero
contrariamente a las sugerencias críticas, el registro bíblico
presenta poderosas y consistentes evidencias que reafirman nuestra fe
en la veracidad histórica de la resurrección.
Las evidencias muestran la certeza de la resurrección
Resumamos primeramente algunas de las objeciones a la resurrección y
luego analicemos las posibles respuestas.
Objeción 1: La resurrección es irrelevante para el cristianismo. El
apóstol Pablo, uno de los principales escritores bíblicos, declaró: "Y
si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es
también vuestra fe… Si en esta vida solamente esperamos en (un) Cristo
(no resucitado), somos los más dignos de conmiseración de todos los
hombres" (1 Co 15:14, 19). Esta declaración apostólica deja en claro
que la resurrección no es opcional para el cristianismo. La
declaración no es única ni está aislada. Está acompañada de otros 150
versículos de los evangelios y de otras 160 referencias del libro de
los Hechos y de las epístolas del Nuevo Testamento. Es posible que
para otros movimientos religiosos, como el Budismo y el Confucianismo,
sea de valor relativo. Pero para el cristianismo la resurrección es
fundamental. Jesús mismo declaró: "Yo soy la resurrección y la vida;
el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá" (Jn 11:25).
Objeción 2: La resurrección es un mito. Hay estudios que demuestran
que se requieren por lo menos dos generaciones (80 años o más) para
corromperse una historia hasta el punto de convertirse en mito. No
habían pasado más de 20 años después de la muerte de Jesús cuando ya
estaba documentado el hecho de la muerte y la resurrección de Jesús:
"Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo
murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras, y que fue
sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras" (1
Co 15:3, 4). Esta declaración fue escrita alrededor del año 51 de
nuestra era. De ser falsa la historia de la resurrección, hubiera sido
relativamente fácil desmentirla como cualquier otra historia falsa.
Existía suficiente proximidad histórica para consultar las fuentes
originales y exponer la supuesta farsa.
Objeción 3: Acto de conspiración. La teoría de la conspiración es una
de las teorías más populares. Está compuesta por dos elementos: que la
tumba estaba vacía y que los discípulos se pusieron de acuerdo para
decir que Jesús había resucitado. Aquí se presentan varias
dificultades.
La primera dificultad consiste en explicar el motivo. La idea de que
el Mesías resucitara de los muertos no era contemplada por la cultura,
las tradiciones y las creencias judías, ni aun por los discípulos. No
existía la noción de un Mesías muerto que luego resucitara. Por el
contrario, al igual que otros tantos críticos de Jesús, los discípulos
se encontraban en un estado de incredulidad. Aun cuando las mujeres
les dieron las noticias de la tumba vacía, los discípulos dudaron.
Tomás dijo: "Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y
metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su
costado, no creeré" (Jn 20:25). Así que fraguar una mentira acerca de
la resurrección del Mesías, que ni los mismos discípulos ni sus
oponentes creían, parece bastante improbable.
La segunda dificultad es explicar el motivo de utilizar mujeres como
testigos para consumar la mentira. En la sociedad antigua judía el
testimonio de un gentil (extranjero), un pastor de ovejas y una mujer
eran inválidos ante la ley. Su testimonio no era considerado con
seriedad. Sencillamente, ellos no eran personas creíbles. Si estamos
hablando de una conspiración, sería más factible formular una mentira
con testigos más "confiables" que con mujeres, que a la vista pública
ya estaban desacreditadas, a menos, por supuesto, que la historia
fuera verídica.
La tercera dificultad estriba en la respuesta de las autoridades
romanas y judías. Si la tumba no estaba verdaderamente vacía, no
habría pasado mucho tiempo antes que las autoridades hubieran
desmentido la supuesta conspiración y presentado públicamente el
cuerpo de Jesús. Sin embargo, no tenemos registro alguno, romano ni
judío, de que éstos fueran los hechos.
Si los hechos hubieren sido así, y se hubiese presentado con certeza
el cuerpo de Jesús, tendríamos que explicar el desconocimiento hasta
nuestros días de la sepultura de Jesús, y por qué los discípulos no
hicieron del sepulcro un lugar de adoración, como tantas otras
religiones han hecho a través de las edades con los sepulcros de sus
fundadores. Deberíamos también explicar el motivo que transformó la
vida de unos tímidos discípulos, escondidos por la vergüenza de su
chasco y temerosos de morir a manos de los que tomaron la vida de su
maestro, en seguidores valientes, al punto de salir y proclamar a un
Jesús resucitado, aun al costo de sus propias vidas. Es contradictorio
que los discípulos, habiendo antes negado a Jesús y temiendo después
por sus propias vidas, estuvieran dispuestos a morir por el testimonio
de la resurrección, considerándose ésta un mito. De acuerdo a la
historia, todos menos Juan fueron muertos porque rehusaron renunciar a
sus convicciones.
Es sencillamente inexplicable que el cristianismo haya sobrevivido, si
la muerte y la resurrección de Jesús fuesen un mito o una
conspiración. Muchos historiadores señalan hoy que los romanos
crucificaron por lo menos media docenas de otros líderes judíos que se
autoproclamaron mesías. ¿Cuál fue el resultado de dicha ejecución? Los
movimientos o grupos de los presuntos mesías fueron disueltos, y
quedaron en nada. Con el cristianismo, sin embargo, la historia fue
diferente: el mismo imperio romano que crucificó a Jesús luego se
convirtió al cristianismo. Hoy, una tercera parte de la población
mundial profesa ser cristiana.
En última instancia, la explicación más razonable por la cual los
discípulos y seguidores de Jesús sostuvieron sus convicciones sobre la
resurrección es porque fueron testigos del hecho. La autenticidad de
la resurrección transformó sus vidas, y no solamente la de ellos sino
las de generaciones posteriores que les siguieron.
Durante esta Semana Santa, multitudes se congregarán para celebrar la
resurrección de Cristo. De acuerdo a estadísticas demográficas, el 78
por ciento de los habitantes de los Estados Unidos cree que Jesús
resucitó de los muertos y el 80 por ciento de la población se declara
cristiano. Para los que celebran esta semana, la resurrección
representa esperanza y promesa, la esperanza de la emancipación del
temor a la muerte. Infunde la certeza de que la muerte no tiene la
última palabra, que este mundo con su sinrazones y sinsabores no es la
culminación de la historia humana, que podemos vivir confiadamente
porque nos espera la seguridad de un futuro mejor.
La pregunta es: ¿Qué representa para usted la resurrección?
¿Transformará la tumba vacía su vida, tal como transformó la de los
primeros discípulos, que de escépticos creyentes, cautivos del temor,
se convirtieron en personas llenas de tal entusiasmo que
revolucionaron imperios? ¿Podemos exclamar con Job: "Yo sé que mi
Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo, y después de
deshecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios" (Job 19:25, 26)?
Ángel H Hernández (PhD., Andrews University, EE.UU.)
*Publicado en la revista El centinela, abril de 2006. Adaptado por el
Ministerio de Investigación Adventista.
figura más destacada de la cultura occidental. Dos milenios después de
su muerte, dividimos en dos partes el calendario de la historia
humana: el antes y el después de Jesús. La ciencia, el arte, la
política, la economía y la ética de una u otra forma han estado a
través de los siglos ligados a la influencia cristiana.
La llegada del cristianismo no sólo marcó un cambio en el calendario,
sino en el mismo pensamiento humano. La creencia de que la vida eterna
era patrimonio exclusivo de deidades antiquísimas quedó desvanecida y
remplazada por la esperanza en la resurrección para todo creyente en
Jesús. Entre muchos otros aspectos, la creencia en la resurrección
transformó el cuidado humano que se les daba a los enfermos,
especialmente a los desahuciados. Previo al cristianismo, las personas
con enfermedades contagiosas eran abandonadas en las calles para que
murieran irremisiblemente. Esto cambió después de la muerte y
resurrección de Jesús. La emancipación del temor a la muerte producida
por la resurrección, y su consecuente promesa de la vida eterna,
llevaron a los nuevos conversos cristianos a poner en riesgo sus
propias vidas para cuidar a los desahuciados de la sociedad.
Sin embargo, hoy en día hay quienes dudan de la resurrección. No todos
atribuyen a la resurrección el mismo valor. Algunos creen que el
cristianismo podría prescindir de la doctrina de la resurrección.
Piensan que la sustancia del cristianismo reside exclusivamente en las
enseñanzas de Jesús más allá de la resurrección. Otros sugieren que la
resurrección es simplemente un mito creado por los autores bíblicos
luego de sufrir la muerte infame de su gran héroe en manos de los
soldados romanos. Sugieren que todo fue una conspiración concertada
por discípulos desesperados, cuyo único fin era cubrir la vergüenza de
su creencia y el repudio público.
¿Podemos los cristianos aceptar estas premisas? Podría ser. No hay
duda de que Jesús fue un gran maestro y que la utilidad de sus
enseñanzas trasciende el cristianismo y ha logrado fama mundial.
Tampoco dudamos la posibilidad de la creación de mitos. Pero
contrariamente a las sugerencias críticas, el registro bíblico
presenta poderosas y consistentes evidencias que reafirman nuestra fe
en la veracidad histórica de la resurrección.
Las evidencias muestran la certeza de la resurrección
Resumamos primeramente algunas de las objeciones a la resurrección y
luego analicemos las posibles respuestas.
Objeción 1: La resurrección es irrelevante para el cristianismo. El
apóstol Pablo, uno de los principales escritores bíblicos, declaró: "Y
si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es
también vuestra fe… Si en esta vida solamente esperamos en (un) Cristo
(no resucitado), somos los más dignos de conmiseración de todos los
hombres" (1 Co 15:14, 19). Esta declaración apostólica deja en claro
que la resurrección no es opcional para el cristianismo. La
declaración no es única ni está aislada. Está acompañada de otros 150
versículos de los evangelios y de otras 160 referencias del libro de
los Hechos y de las epístolas del Nuevo Testamento. Es posible que
para otros movimientos religiosos, como el Budismo y el Confucianismo,
sea de valor relativo. Pero para el cristianismo la resurrección es
fundamental. Jesús mismo declaró: "Yo soy la resurrección y la vida;
el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá" (Jn 11:25).
Objeción 2: La resurrección es un mito. Hay estudios que demuestran
que se requieren por lo menos dos generaciones (80 años o más) para
corromperse una historia hasta el punto de convertirse en mito. No
habían pasado más de 20 años después de la muerte de Jesús cuando ya
estaba documentado el hecho de la muerte y la resurrección de Jesús:
"Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo
murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras, y que fue
sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras" (1
Co 15:3, 4). Esta declaración fue escrita alrededor del año 51 de
nuestra era. De ser falsa la historia de la resurrección, hubiera sido
relativamente fácil desmentirla como cualquier otra historia falsa.
Existía suficiente proximidad histórica para consultar las fuentes
originales y exponer la supuesta farsa.
Objeción 3: Acto de conspiración. La teoría de la conspiración es una
de las teorías más populares. Está compuesta por dos elementos: que la
tumba estaba vacía y que los discípulos se pusieron de acuerdo para
decir que Jesús había resucitado. Aquí se presentan varias
dificultades.
La primera dificultad consiste en explicar el motivo. La idea de que
el Mesías resucitara de los muertos no era contemplada por la cultura,
las tradiciones y las creencias judías, ni aun por los discípulos. No
existía la noción de un Mesías muerto que luego resucitara. Por el
contrario, al igual que otros tantos críticos de Jesús, los discípulos
se encontraban en un estado de incredulidad. Aun cuando las mujeres
les dieron las noticias de la tumba vacía, los discípulos dudaron.
Tomás dijo: "Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y
metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su
costado, no creeré" (Jn 20:25). Así que fraguar una mentira acerca de
la resurrección del Mesías, que ni los mismos discípulos ni sus
oponentes creían, parece bastante improbable.
La segunda dificultad es explicar el motivo de utilizar mujeres como
testigos para consumar la mentira. En la sociedad antigua judía el
testimonio de un gentil (extranjero), un pastor de ovejas y una mujer
eran inválidos ante la ley. Su testimonio no era considerado con
seriedad. Sencillamente, ellos no eran personas creíbles. Si estamos
hablando de una conspiración, sería más factible formular una mentira
con testigos más "confiables" que con mujeres, que a la vista pública
ya estaban desacreditadas, a menos, por supuesto, que la historia
fuera verídica.
La tercera dificultad estriba en la respuesta de las autoridades
romanas y judías. Si la tumba no estaba verdaderamente vacía, no
habría pasado mucho tiempo antes que las autoridades hubieran
desmentido la supuesta conspiración y presentado públicamente el
cuerpo de Jesús. Sin embargo, no tenemos registro alguno, romano ni
judío, de que éstos fueran los hechos.
Si los hechos hubieren sido así, y se hubiese presentado con certeza
el cuerpo de Jesús, tendríamos que explicar el desconocimiento hasta
nuestros días de la sepultura de Jesús, y por qué los discípulos no
hicieron del sepulcro un lugar de adoración, como tantas otras
religiones han hecho a través de las edades con los sepulcros de sus
fundadores. Deberíamos también explicar el motivo que transformó la
vida de unos tímidos discípulos, escondidos por la vergüenza de su
chasco y temerosos de morir a manos de los que tomaron la vida de su
maestro, en seguidores valientes, al punto de salir y proclamar a un
Jesús resucitado, aun al costo de sus propias vidas. Es contradictorio
que los discípulos, habiendo antes negado a Jesús y temiendo después
por sus propias vidas, estuvieran dispuestos a morir por el testimonio
de la resurrección, considerándose ésta un mito. De acuerdo a la
historia, todos menos Juan fueron muertos porque rehusaron renunciar a
sus convicciones.
Es sencillamente inexplicable que el cristianismo haya sobrevivido, si
la muerte y la resurrección de Jesús fuesen un mito o una
conspiración. Muchos historiadores señalan hoy que los romanos
crucificaron por lo menos media docenas de otros líderes judíos que se
autoproclamaron mesías. ¿Cuál fue el resultado de dicha ejecución? Los
movimientos o grupos de los presuntos mesías fueron disueltos, y
quedaron en nada. Con el cristianismo, sin embargo, la historia fue
diferente: el mismo imperio romano que crucificó a Jesús luego se
convirtió al cristianismo. Hoy, una tercera parte de la población
mundial profesa ser cristiana.
En última instancia, la explicación más razonable por la cual los
discípulos y seguidores de Jesús sostuvieron sus convicciones sobre la
resurrección es porque fueron testigos del hecho. La autenticidad de
la resurrección transformó sus vidas, y no solamente la de ellos sino
las de generaciones posteriores que les siguieron.
Durante esta Semana Santa, multitudes se congregarán para celebrar la
resurrección de Cristo. De acuerdo a estadísticas demográficas, el 78
por ciento de los habitantes de los Estados Unidos cree que Jesús
resucitó de los muertos y el 80 por ciento de la población se declara
cristiano. Para los que celebran esta semana, la resurrección
representa esperanza y promesa, la esperanza de la emancipación del
temor a la muerte. Infunde la certeza de que la muerte no tiene la
última palabra, que este mundo con su sinrazones y sinsabores no es la
culminación de la historia humana, que podemos vivir confiadamente
porque nos espera la seguridad de un futuro mejor.
La pregunta es: ¿Qué representa para usted la resurrección?
¿Transformará la tumba vacía su vida, tal como transformó la de los
primeros discípulos, que de escépticos creyentes, cautivos del temor,
se convirtieron en personas llenas de tal entusiasmo que
revolucionaron imperios? ¿Podemos exclamar con Job: "Yo sé que mi
Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo, y después de
deshecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios" (Job 19:25, 26)?
Ángel H Hernández (PhD., Andrews University, EE.UU.)
*Publicado en la revista El centinela, abril de 2006. Adaptado por el
Ministerio de Investigación Adventista.
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